El Elefante

El elefante grande y fuerte, es el símbolo de misticismo y la sabiduría, ha sido como un mito para muchos pueblos y culturas. Muchos hombres a lo largo de la historia se han beneficiado de su fuerza y poder, de su grandeza. El está en las fronteras, entre el mundo de la conciencia mágica, de la fantasía ante su grandeza e inteligencia.

El elefante.  Animal herbívoro, no carnívoro, no violento, un animal pacifico. Un elefante lleva luto por sus parientes, presenta reacciones dramáticas ante el cadáver de otro elefante. Respeta huesos y restos de otros ejemplares de su especie. Cuando reconoce un cadáver de un elefante regresa sistemáticamente a investigar los huesos y colmillos regados por el camino. Un elefante siempre visita los huesos de sus parientes.

Un humano luce orgulloso su bestialidad y vive 80 años. Vive 80 años pero…, maldice… su transitoria inmortalidad; muy poco tiempo para aprender lo que le está permitido a un elefante. Un hombre puede emocionarse  con la inteligencia y sensibilidad de estos animales, con la atención de las madres con sus crías, con sus juegos y reyertas, poderosos, grandes y terriblemente pacíficos con su especie.   He mirado esos ojos de los elefantes a los que hombres con poder se deleitan fusilando cobardemente, repartiendo dolor estúpidamnete. El hombre luce orgulloso su bestialidad descendiente de “gabacho”, orondo en su libre albedrío y en pleno desuso de sus facultades mentales. Mi padre pensaba que los elefantes pensaban en el futuro. Si es cierto; pero un elefante entra corriendo en una cacharrería de Kenya. Las calles son estrechas y las casas frágiles. Un cuerpo de elefante es torpe y pesado. La carrera del elefante arrasa con las casas y las cosas.

A eso el hombre lo llama barbarie, devastación, lo llama violencia, agresión de bestia, lo llama, como lo llama. No lo llama dolor de animal herido. No lo llama horror de animal desamparado, no lo llama animal perdido tras la manada. Entonces el hombre grita, constata sus daños en la comisaría más cercana a su domicilio, que ya no existe porque pasó un elefante desamparado. Nadie repara en un elefante solitario, animal herido que tiene hambre y tiene sed, que está perdido en la evolución.

Un elefante mira como sus colmillos, le crecen como a los niños los dientes de leche. Pero viene el hombre y se los roba para peones de ajedrez, figuras de marfil, piezas de dominó, instrumentos musicales, mangos de cuchillo, aisladores eléctricos, bolas de billar. Lo transforman en Elefante Blanco; el resto se lo disputan los ilógicos zoológicos de turno. Un hombre asesina elefantes sin medir las consecuencias para el resto de la manada, al desatar estallidos de dolor. Eso no lo entiende Juan, eso no lo entiende el papa Ratzinger. Eso no lo entendieron nunca los hombres organizadores de los safaris, para los hombres élite.

Los elefantes visitan a sus enfermos como manda el cristianismo, sienten algo parecido a la compasión, se ayudan, se acompañan cuando están enfermos y se rinden homenaje, cuando alguno fallece. Una elefanta que agoniza, es una elefanta protagonista, entonces recibe asistencia de alguna hembra de otra familia, que intenta ayudarla a incorporarse varias veces con sus colmillos. La elefanta muere y allí mismo recibió las condolencias de otras familias. Muestran dolor por el cadáver, lo huelen lo tocan con sus colmillos y patas, es genuino interés por sus enfermos agonizantes o ya muertos, aun sin tener un vínculo directo.

Debemos ser como los elefantes…..con grandes y pesados pies, para ponerlos fijos en la tierra y no elevarnos de la realidad de la misma. Con orejas grandes, para oír y escuchar los problemas y no actuar a ciegas. Con boca chica, muy chica, para no andar hablando demasiado de aquello que no sabemos. Con largo colmillo… para saber actuar en los momentos difíciles de la vida. Tener la piel áspera y dura, muy dura, para aguantar los embates de la vida, cuando esta nos da la espalda. Tener la cola….corta, sí corta, muy corta…, para que nadie pueda hablar mal de nosotros.  Tener memoria, para no olvidar jamás quien hemos sido y quien realmente somos.

© 17 abril 2012

The Elephant